Caballerizas en Hacienda Tambo Colorado
con Thiermanncruz y Maite Raschilla
En la arquitectura de la casa de la costa peruana, prehispánica, colonial o vernácula, el reto es siempre consolidar un interior y calibrar dentro de él, de manera muy precisa, todas las vicisitudes del habitar cotidiano. La casa ha depositado en la arquitectura el rol de ordenar los espacios en los que los movimientos humanos se potencian, como una coreografía perfectamente ensayada. En una casa para caballos la coreografía programática existe de manera igualmente parametrada, sin embargo el reto está en consolidar un exterior.
Para lograr esto, el proyecto se sirve de una estrategía geométrica que utiliza muros de tierra apisonada de 1.20m de altura y establece un perímetro de 600 metros lineales (un rectángulo de 50m x 250m). Este es dividido en cinco recintos cuadrados de 50m x 50m que organizan el proyecto en tres zonas dedicadas a distintos aspectos de la crianza de caballos. Los recintos, exteriores definidos, contienen elementos programáticos específicamente colocados en las esquinas o centros del trazado perimetral. Es en las intersecciones de estos cuadrados en las que se articula un sistema de puertas pivotantes que permiten conectar los diferentes usos del proyecto.
Una vez consolidado ese exterior, el edificio se organiza de manera estrictamente programática, separando, en el primer recinto un almacén, una vivienda y los tornos para potros. El primer cuadrado es un exterior sombreado por una retícula de árboles. Como mediador entre el primer y segundo cuadrado, se ubican los establos, entendidos como un espacio contínuo donde una serie de grandes puertas pivotantes generan un enfilado. El segundo cuadrado es opuesto al primero, vacío y sin sombra. En él se ubica la cancha de presentaciones y, en el perímetro, la sala de monturas, una rampa de descarga y el torno de lavado. Los últimos tres cuadrados se subdividen en seis corrales con una relación longitudinal mediada por tres almacenes, una cubierta que da sombra a los bebederos y una cubierta de árboles. Desde la regularidad del perímetro se extienden, fuera del trazado geométrico, cuatro muros de tierra apisonada que median con la irregularidad del territorio y articulan pastizales exteriores.
El proyecto es una conversación entre referencias culturales de intervenciones territoriales andinas y prácticas agrícolas contemporáneas. Es la aplicación de un orden de símbolos sobre otro, un choque entre lo vernáculo, prehispánico e industrial. Al negociar sus diferencias, el proyecto consolida una geometría exterior horizontal, mientras los edificios respetan estrictamente sus necesidades programáticas en planta y las transgreden en sección; alzándose a responder a la escala del territorio. La disposición perimétrica a manera de “kancha” se intersecta con la tipología y materialidad industrial de los volúmenes. El perímetro de tierra apisonada se pliega para dar espacio a cobertizos decorados de concreto, ladrillo, madera industrial y planchas de zinc.